viernes, 29 de noviembre de 2019

Radio Beethoven; y la música latinoamericana. a




El Neofolklore o Neofolclor es un género musical chileno nacido a finales de la década de 1950, a partir de la estilización del folclore tradicional. Esto dio lugar a un verdadero "Boom" folclórico chileno que se mantendría hasta el golpe militar de 1973.

Historia

Surgido de forma contemporánea a la Nueva ola, el neofolclore fue, un cruce entre el folclor y la nueva ola. No en vano recibió a menudo el nombre familiar de "nueva ola folclórica" y sus figuras alcanzaron grados de popularidad Iguales a los de los cantantes nuevaoleros de moda; sin embargo, al mismo tiempo compartió con la posterior Nueva Canción la raíz folclórica y el afán de renovar esas fuentes. recibieron la influencia de autores como Raúl de Ramón, uno de los tempranos músicos chilenos interesados en el folclor de otros países americanos
El neofolklore surgiría a partir de la explosión folclórica que se comenzaba a producir en Argentina cuando grupos como Los Huanca Hua o Los Trovadores del Norte cambiaron de golpe la forma en la que se cantaba la música tradicional, introduciendo en sus interpretación el uso de la polifonía, colocando el protagonismo de las canciones en las voces.
Además el neofolclore rescataría ritmo y danzas que hasta ese minuto eran ignoradas dentro del folklore tradicional, danzas como "La Sirilla" "la Pericona" o "la Refalosa" serían rescatadas y nuevamente popularizadas.
El principal grupo y el que se suele considerar como el fundador de este movimiento fueron Los Cuatro Cuartos. que entre sus integrantes contó con tres figuras señeras del movimiento: el principal arreglador vocal Héctor Raúl Morales, el compositor Guillermo Bascuñán y el cantante Pedro Messone.
Otros grupos como "Los de Santiago" "Los Paulos" "Los De las Condes" "Los de la Escuela" "Los del Sendero" expandieron el movimiento, Solistas que no se incluyen dentro del neofolklore como Ginette Acevedo o Lorenzo Valderrama igualmente hicieron lo propio al interpretar y popularizar ambos famosas canciones Correntinas o Litoraleñas argentinas, valses peruano y Guaranias del Paraguay.
Este movimiento como se mencionó anteriormente, adoptó también ritmos tradicionales de otros países como Paraguay, Argentina y en menor medida del Perú. Se popularizaron difundió la Galopera, la Guarania paraguaya y la música litoraleña Argentina.

Apogeo

En 1963 Los Cuatro Cuartos lanzan su primer sencillo, Del que es desprende su primer éxito la canción argentina "Juan Paye" Que rápidamente se coloca en lo más alto de los rankings radiales de la época, de ahí en más los éxitos no pararían, éxitos como la cueca "Adiós Santiago Querido" y la tonada "Que bonita va" consolidarían su liderazgo en el movimiento. Sería el festival de Viña la principal vitrina que año a año daría a conocer nuevos grupo y nuevo éxitos. Otro festival importante para la difusión de grupos folclóricos sería el festival de la Patagonia en el sur de Chile.
En 1966 el tema chileno "El Corralero" de Sergio Sauvalle traspaso las fronteras, fue versionado por el folclorista argentino Hernan Figueroa Reyes que lograría el número 1 en los ranking argentinos. Pedro Messone sería el gran gran galán de este movimiento, pasaría por varias agrupaciones antes de que en 1967 grabara finalmente como solista, contaría con el apoyo artístico del eximio Guillermo "Williy" Bascuñán otra de las figuras claves del movimiento. Temas como "El solitario" "El Ovejero" ambos de Bascuñana e interpretadas por Messone lograrían gran éxito.
A principios de los 70 se logra un reimpulso del movimiento con la llegada de agrupaciones como Jorge Yáñez y los Moros y Los Patricios que aunque no son considerados parte del neofolklore si tienen resabios e influencias de esta forma de interpretar la música chilena, otros como "Los Cuatro de Chile" conseguirían gran repercusión con la musicalización de los poemas de Oscar Castro, a este estilo le llamarían "folklore cultural". Otro grupo destacado serán "Los Lazos" fieles representantes del folklore patagónico.
Desprovisto tanto de la raigambre como de la evocación campesina de la música folclórica, el neofolclore fue un movimiento urbano, de fuerte contacto con el mundo de la radio y los discos. Patricio Manns y Rolando Alarcón fueron parte de esta escena antes de acercarse al credo menos impostado de la Nueva Canción. El neofolclor comenzó a declinar en popularidad a fines de la década del entrada la década del 70, pero la escuela ha seguido impulsando a conjuntos más recientes, como Santiago , y los propios Cuatro Cuartos siguen en funciones con una nueva formación.

Importancia

Una de las grandes virtudes de este movimiento fue el hecho de lograr hacer ver al país que había mucho más que tonadas y cuecas, que desde Arica a Punta Arenas había un sin número de ritmos y danzas que también formaban parte del folklore nacional. Este mérito sería reconocido durante el nacimiento de la Nueva Canción Chilena incluso sus protagonistas terminarían calificando al neofolklore como crucial en el rescate y puesta en valor de las tradiciones musicales chilenas.

Fusión latinoamericana.

La fusión latinoamericana es un género musical o método de creación musical nacido en Chile en los años 1970, a partir de la fusión de elementos folclóricos latinoamericanos, anteriores al Neofolklore de los años 1960, con la Nueva Canción Chilena y otros estilos musicales más universales, como el rock, el jazz, la música brasileña y las raíces europeas.1​
Entre sus pioneros se encuentran bandas como Santana, Congreso, Inti-Illimani y Los Jaivas, quienes durante el período de la dictadura militar continuaron desarrollando su estilo desde su exilio en Europa. Durante la dictadura militar aparecieron dentro de Chile bandas como Santiago del Nuevo Extremo y Sol y Medianoche, y tras el retorno a la democracia surgieron nuevos exponentes que continuaron desarrollando el estilo, tales como Joe Vasconcellos, La Marraqueta y Entrama.

Fusión latinoamericana

Orígenes musicales: música tradicional, folclore, nueva canción chilena, rock, rock psicodélico, jazz, raíces europeas.

Orígenes culturales: años 1970 en Latinoamérica.

Instrumentos comunes.
principalmente: voz, guitarra acústica, bajo, batería, guitarra eléctrica, piano, charango, quena, zampoña y flauta.

ocasionalmente: trompeta, saxofón, violín, arpa, sintetizador y teclados.

Popularidad

Alta en Chile y moderada a nivel Latinoamericano. baja en el resto del mundo a excepción de algunas bandas.

Fusiones

Nueva canción chilena, rock chileno, cumbia rock



El Café del Cerro fue una cafetería ubicada en Recoleta, Santiago de Chile, destacada por su actividad cultural durante la década de 1980, en plena dictadura militar pinochetista.
Estaba ubicado en calle Ernesto Pinto Lagarrigue 192, en la esquina con Antonia López de Bello, en pleno Barrio Bellavista. El mismo edificio opera actualmente el Club Chocolate.

Historia

Fue inaugurado el 15 de septiembre de 1982. Fundado por Mario Navarro y Marjorie Kusch.​ En él se realizaban talleres de plástica, actuación, danza y, en especial, recitales musicales de artistas como Congreso, Hugo Moraga, Wampara, Óscar Andrade, Isabel Aldunate, Eduardo Peralta, Chamal, Arak Pacha,Manka Saya, Schwenke & Nilo, Santiago del Nuevo Extremo, Los Prisioneros, Los Tres, La Ley, De Kiruza, Fulano, Pablo Herrera, y otros que regresaban del exilio como Patricio Manns, Inti Illimani, Illapu, además de artistas extranjeros como Luis Alberto Spinetta, Leo Maslíah y Siniestro Total. Fue además el principal escenario de los artistas ligados al movimiento musical conocido como Canto Nuevo.
En 1992 el Café del Cerro cerró sus puertas, tras una década de vida, con las palabras de su dueño Mario Navarro: "Fuimos taquilleros y fuimos snob también".​ Actualmente funciona en esas dependencias el Club Chocolate.
En 2001 el Sello Alerce recopiló 17 temas de varios músicos chilenos en un disco titulado Café del Cerro.


DELANTO| Café del Cerro: Regresar a la fogata viviendo en la ciudad
Por: El Desconcierto | Publicado: 23.03.2022


A pocas semanas del lanzamiento del libro “Café del Cerro: miles de voces dirán que no fue en vano”, de la periodista María Eugenia Meza, presentamos un adelanto demostrando que el mítico local de los 80 nunca fue materia de olvido. El libro estará a la venta por internet (página del Café en Facebook) desde el 8 de abril, misma fecha del lanzamiento en el concierto del Caupolicán que reunirá a seis solistas, cuatro conjuntos y un comediante, representantes de la variedad de estilos que reinó en la sala del Barrio Bellavista.
Se podría decir que el primer homenaje para el Café del Cerro fue en vida. Se trató de las grabaciones para el programa Desde… con el que TVN sorprendió a la teleaudiencia sacando las cámaras a lugares emblemáticos de Santiago. Fueron anunciados doce episodios, producidos por Celery Producciones, dirigidos por Reinaldo Sepúlveda y conducidos por Bastián Bodenhofer. Dos fueron grabados en el Café: el destinado a Inti Illimani y Andrea Tessa, y el que recibió a Los Jaivas, que correspondieron a la apertura y el cierre de la serie. Los demás lugares solo aparecieron una vez. 

Esto fue un hit

Sorpresa emocionante, en cambio, fue –para quienes habían sido público habitué del Café del Cerro– la recreación del local en el capítulo 5 de la primera temporada de la ya tempranamente popular serie Los 80. En él, Claudia –la hija de la pareja protagónica– va al Café con un amigo estudiante de Medicina de la Universidad de Chile. En el tiempo de la serie era diciembre de 1982; en el de los televidentes, octubre/diciembre de 2008. En otras temporadas se repiten esas visitas.

Rodrigo Cuevas, su guionista, cuenta las razones para incorporarlo a la serie. Están relacionadas, en primer lugar, con el proceso de salida al mundo que desde la primera temporada vive Claudia Herrera, la hija de la familia protagónica.

–Ella entra a estudiar Medicina a la Universidad de Chile y la niña, que era la niña del barrio, que había crecido y vivido en dictadura, en un mundo pequeño, encerrado en sí mismo, muy protegida del mundo exterior particularmente por su padre –que veía el mundo exterior como una amenaza y con toda razón– empieza a conectarse con temas políticos y sociales de la época. Y nos pareció que el Café del Cerro era un lugar icónico, donde ella podía asomarse a ese mundo más clandestino, más alternativo, de esa oposición a la dictadura que esos años 82, 83 estaba empezando a tomar forma y a agruparse, organizarse. El Café del Cerro existía como una ventana hacia ese mundo. Era uno de los pocos lugares donde uno podía conectarse con gente que era abiertamente de oposición y que, mediante su arte o la conversación se expresaba más abiertamente. Por eso nos pareció un muy buen lugar como para incorporarlo a la serie.  

Espacio de libertad

La decisión de incluir el Café como locación, aunque debieran recrearlo, se debió a consideraciones emocionales, a la vez que reflexivas. Cuenta Rodrigo Bazaes –profesional de cine, teatro y televisión– director de arte de la serie y también director general en las últimas dos temporadas. 

–Es evidente que el Café del Cerro creó un espacio de confluencia. Sentarse a escuchar las canciones de los artistas que representaban tus ideas eran regalos vetados años antes. La música siempre ha tenido ese poder, sobre todo en épocas donde el artista asume la tarea no solo de hallar una melodía entrañable, sino de traducir el sentimiento colectivo en palabras. Colaboró con crear cierto simbolismo de unidad contemporáneo: la nueva canción chilena debía ir hacia alguna parte; fue un mito en las provincias, para aquellos que teníamos en la música chilena y latinoamericana un espacio de libertad de conciencia. Pienso ahora que debió haber sido la forma de regresar a la fogata viviendo en la ciudad y, al mismo tiempo, asistir a la plaza pública, aunque fuera bajo techo.

Para reconstruirlo, investigaron y la gente del equipo que había estado ahí también aportó para hacerlo de la manera más precisa. Rodrigo Bazaes habla de cómo consiguieron ambientar tan certeramente el local, sin hablar con sus dueños, a quienes no tuvieron cómo encontrar:

–Teníamos fotografías y testimonios de quienes asistieron. En esos documentos hallamos muchas de sus características. No pudimos construir un set y adaptamos un pequeño local en el Barrio Bellavista. La clave estaba en el mural escenográfico, que aparecía de fondo en todas las fotografías de muchos cantautores. Nuestro pintor artístico en el equipo de arte, Miguel Ibarra,  traspasó a gran formato la ilustración de este mural, que encontramos en una revista de la época; luego interpretamos algunos colores, porque no todos se podían ver en los archivos. Se pintó a mano en un gran panel dividido en dos.

Tributos en vivo y en directo

Después vinieron los homenajes municipales: Providencia (2014), durante el período de Josefa Errázuriz; y Peñalolén (2019), con Carolina Leitao como alcaldesa.

Homenaje al Café del Cerro en Peñalolén

La cabeza y el corazón detrás de ambas iniciativas pertenecen al músico Raúl Aliaga, quien fue gestor de los dos y productor general del de Providencia.

Preocupado por la falta de reconocimiento tanto a los músicos del Canto Nuevo como a los responsables de un espacio como el Café del Cerro, llevó la idea de realizar un tributo a la Casa de la Ciudadanía Montecarmelo, de la Dirección de Barrios Patrimonio y Turismo de la Municipal de Providencia, siendo aceptada entusiastamente por Patricio Olavarría, por entonces su director, y Marcela Ahumada, encargada de actividades culturales. Raúl narra cuál fue su motor:

–Siempre he estado preocupado de que, en todos los años de gobiernos de la Concertación, jamás fue valorada la historia del Café del Cerro, ícono cultural, que cobijó a todas las tendencias y fue un crisol maravilloso nunca reconocido. Llegó la democracia y el Café se fue a la cresta… como que nunca más sirvió. La televisión y la radio, los medios de comunicación, no hacían nada. Y con la idea de reflotar y ponerlo en la memoria, siempre desde lo afectivo, del querer rendirle un homenaje a Mario Navarro y a Maggie Kush, que fueron los precursores de este crisol, armé esta idea, hice la curatoría y me la compraron. Fue un éxito total. 
Los recitales tuvieron lugar entre el 10 y el 13 de septiembre de 2014.  Las 1.200 entradas sin costo se agotaran en las primeras cinco horas desde el momento en que fueron puestas a disposición del público por la municipalidad. En los días programados cantaron Eduardo Gatti, Antonio Gubbins, Hugo Moraga, Eduardo Peralta, Isabel Aldunate, Congreso, Schwenke y Nilo, Santiago del Nuevo Extremo, Cecilia Echenique y Felo. Cada sesión tuvo una asistencia de, al menos, 400 personas, similar a la de los mayores conciertos del local. 
Cinco años después, Raúl fue con la idea a la Corporación Cultural de Peñalolén. Su directora, Gladys Sandoval, también estuvo de acuerdo con la iniciativa y su espíritu.  El 6 de enero de 2019 revivió el mural –bajo la forma de enorme telón al igual que en Providencia– y fueron dispuestas mesas con velas en Chimkowe, el enorme espacio comunitario de la Corporación. Fue una larga y emotiva jornada en el que se presentaron Eduardo Gatti y su hijo Manuel, Schwenke y Nilo y Felo. 
Cuatro años después del tributo en Providencia, la periodista Elisa Montesinos recordaba ese ciclo de conciertos, al igual que la aparición en Los 80, en su artículo De culto: Las místicas noches del Café del Cerro, publicado por el diario electrónico El Desconcierto, el 7 de septiembre del 2018. Así resumía: 

“El local era amplio y aunque la mayor parte de los artistas eran continuadores del Canto Nuevo, todas las tendencias tuvieron cabida: desde el jazz fusión de Fulano, a las payas de Eduardo Peralta, y el rock de Los Prisioneros. Tenían en común el ser contestatarios, por lo que en lo más álgido de la dictadura la CNI tenía al café entre ceja y ceja. Hubo noches de ruedas pinchadas y bombazos. En un tiempo en que los artistas eran vetados o no tenían trabajo, el café les pagaba por sus actuaciones. Cualquier noche se podía oír a Eduardo Gatti, Santiago del Nuevo Extremo, Pablo Herrera, Schwenke y Nilo y Felo, quien con su humor de trasnoche llamaba Mi El al capitán general. Eran tiempos de omisión y ese sinsentido provocaba carcajadas”. 






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